La Cruz: escándalo y necedad de la Matrix

“Así, mientras los judíos piden señales y los griegos buscan sabiduría, nosotros predicamos a un Cristo crucificado: escándalo para los judíos, locura para los gentiles; más, para los llamados, lo mismo judíos que griegos, Un Cristo que es fuerza de Dios y sabiduría de Dios. Porque la locura divina es más sabia que las personas, y la debilidad divina, más fuerte que las personas”.
(1Cor. 1, 22-25)
Esta cita de San Pablo contiene más antropología que muchos de los tratados más famosos de dicha disciplina. Creemos que el ser humano ha cambiado pero solo muda en apariencia. Cualquiera que eche un vistazo a la Biblia se dará cuenta de que ahí estamos nosotros, idénticos a aquellos que conocieron a Jesús, que lo siguieron o lo desdeñaron, a aquellos que lo amaron o lo traicionaron. Somos nosotros, con otras vestiduras y otras condiciones de vida, pero igualmente reflejados en nuestro yo más íntimo, ése que nunca queremos sacar a pasear.
Decía Descartes que ante una supuesta intuición (verdad evidente) los hombres tendíamos a cometer dos fallos: la precipitación, esto es, abrazarla sin reflexión, y la prevención, pensar demasiado sin llegar nunca a decidirnos, por más clara que fuera esa verdad. Me permito añadir una tercera postura: desecharla por ser incómoda, por ser a priori eso que tú no querías, eso que sabes que va a costar un esfuerzo. Y, ¡oh! ¿cómo pretender que la verdad sea algo trabajoso?
Y, sin embargo, desde el Mito de la Caverna hasta su alter ego contemporáneo Matrix, pasando por multitud de relatos semejantes, la decisión que nos lleva a la verdad implica dificultad. ¿Cuántos hoy escogen el camino arduo, el del “polvo, sudor y hierro” del Mio Cid? Unos pocos. Así ha sido siempre y la humanidad no ha cambiado un ápice.
La Cruz, símbolo del cristiano y símbolo de todo ser humano aunque no sea consciente, es algo que no gusta. Querríamos una espada, un trono, un águila…en suma, algo más “majestuoso” que cuadrase con nuestras pretensiones de Dios, del Dios fabricado en nuestra imaginación. Y, en cambio, tenemos a Jesús, hijo de José el carpintero, clavado en un madero, derrotado por los hombres. ¿Ése es Dios? ¿Dónde está entonces su omnipotencia? Yo no quiero a ese Jesús sufriente, triste.
San Pablo sabía esto, entendía pacientemente al prójimo. Máxime cuando él mismo había perseguido a los cristianos. Había estado al otro lado. El “judío” del que habla en la cita es aquel que espera a un Mesías que le enmiende la plana, que con un chasquear de dedos nos libere de nuestro sufrimiento, por ello la Cruz es un escándalo, es indecente. Por contra el “gentil” es el que solo reflexiona, y sus razonamientos, todos ellos, chocan frontalmente con ese Cristo crucificado. Esa Cruz es molesta, irracional, es una locura o necedad.
¿Dónde os situáis vosotros? Durante muchos años fui la “gentil”, aunque después pasé por una época de “judía”. Y, a día de hoy, las palabras del “Apóstol incansable” todavía martillean mi mente pero con una salvedad: si lo hacen es porque soy humana y he aprendido, sobre todo estos últimos años, a amar a la humanidad tal cual es. Perteneciendo yo a ella, me permito amarme, perdonarme y tener paciencia conmigo. Tanto en mis momentos “judíos” como “gentiles”. Y ello se debe a haber conocido al Hombre:
En Cristo mi confianza
y de él sólo mi asimiento:
en sus cansancios, mi aliento,
y en su imitación, mi holganza.
Aquí estriba mi firmeza,
aquí, mi seguridad,
la prueba de mi verdad,
la muestra de mi fineza.
Santa Teresa de Jesús.
Dame más tiempo, solo un poco más y, en cualquier caso, acepta de nuevo mis pecados especialmente en estos días Santos. Queden ellos otra vez aumentando el peso de tu Cruz porque sé que solo Tú puedes cargarlos, los míos y los de toda la Humanidad en toda su historia. Tu Historia se escribe en letras mayúsculas en la Casa del Padre.
Con pesar pero, a la vez, con fe, te crucifico una vez más, Jesús. Soy así de “judía” y así de “gentil”.
A fin de cuentas, yo solo soy una voz más. Tú eres el Elegido.

Me ha encantado el artículo, gracias Inma, valiente
Gracias a ti, guapa. Me alegro que te haya gustado.